Este año se
cumple el veinte aniversario del Saló del Manga de Barcelona; la vigésima
edición de un salón que, hoy por hoy, sigue siendo uno de los referentes tanto
a nivel estatal como uno de los más importantes a nivel mundial. Y más allá de
su mercantilismo ferial, se apuntala como un perfecto lugar de reunión para
todos los aficionados, no solamente del manga, sino de la cultura japonesa en
sus más variadas acepciones.
No en vano, el Ministerio de Asuntos Exteriores
Japonés premió en 2010 a FICOMIC (entidad gestora del evento, así como del Saló
del Cómic) por su difusión de la cultura popular japonesa, en especial el manga
(pasándoles la mano por la cara a la propia Japan Expo de Paris, el evento
profesional dedicado al Japonismo más grande de Europa, tanto por su extensión
de metros cuadrados, como por su enorme despliegue mediático). Es todo un hito
conseguir este logro que situó el Saló en el punto medio de reconocimiento
internacional con respecto a este tipo de eventos culturales. No obstante, el
camino ha sido largo y, después de veinte otoños y alguna que otra primavera,
Barcelona puede sentirse orgullosa de ostentar el mayor evento de cultura
japonesa de la península ibérica; una de las citas ineludibles en las que una
vez al año permite unir, en cuatro únicos días exclusivos, a toda la comunidad
otaku de este país. Y eso no ha sido fácil de conseguir.
La senda ha sido
difícil de ascender, pero la determinación por conquistar la cima ha permitido
que podamos observar y valorar de forma vertiginosa, y ya desde su cumbre,
estos primeros veinte años de Saló.
Cobi meets
Goku
Después de las
Olimpiadas del 92, la ciudad condal se convirtió en la meca para muchos
empresarios japoneses que, fascinados por su urbanismo (fruto de la
reconversión efectuada expresamente para la ocasión) y el punto estratégico
comercial de la misma, instalaron pequeñas sucursales de sus empresas en pleno
centro o en el extrarradio. También hubo un pequeño flujo migratorio de nipones
interesados por la cultura mediterránea. Coincidencia de fechas, en el mismo
año se abre la primera y única Biblioteca Japonesa de España en la calle
Valencia. Barcelona estaba de moda por los japoneses y los barceloneses estaban
fascinados por esos dibujos animados repletos de dinamismo y líneas cinéticas.
El primer boom por el manganime pegaba con fuerza. En parte gracias a Dragon
Ball, cuyo éxito mediático en Catalunya, gracias a TV3, propició que se
generara un mercado “pirata” en el corazón del Mercado Dominical de Sant
Antoni: cada domingo se reunían fans fatales de la serie y, a falta de material
oficial, se intercambiaban fotocopias del manga original o ilustraciones
fotocopiadas dibujadas por los propios aficionados. Planeta de Agostini se
apuntó al carro y pensó que, si la línea FORUM les había funcionado… ¿Por qué
no probar suerte con el cómic japonés? Y de esta forma salía en quioscos, por
un lado la famosa “serie blanca” de Bola de Drac, junto con el primer acuerdo
de licencia con Shueisha para sacar merchandising oficial (material que de
forma tímida y paulatina iría apareciendo en los dos siguientes años), y por el
otro, los primeros mangas editados como si fueran comic-books (como los
Caballeros del Zoadiaco, con la que intentaron repetir el éxito, empezando
también su lanzamiento con una periodicidad semanal).
Este error conceptual en
la manera de comprender la mentalidad de lectura de un japonés impediría
disfrutar de esas primeras series con su narrativa adecuada (capítulos cortados
por la mitad, problemas de raccord al imprimirse los fotolitos de lectura en
orden occidental, etc.), pero eso no frenaría la expansión del mercado del
manga en español. A todo ello hay que añadir la perspicacia de muchos libreros
de tiendas especializadas en cómics, en tanto que empezaron a importar material
japonés de esos anime que tenían más éxito en el mercado videografico y
televisivo, reservando un espacio (amplío en algunos casos) de sus tiendas al
nuevo fenómeno digno de un estudio sociológico. Sin contar con las dos
librerías japonesas que abrieron sus puertas en el Eixample (las fenecidas
Kasumi y Hokusai).
El boom en
pleno Saló del Còmic
Visto el
fenómeno social, FICOMIC tuvo mucha astucia en 1993 montando un Saló del Còmic
cuyo país representante era precisamente Japón (el último año que se celebró en
el recién renovado Mercat del Born), y en el que consiguieron traer a siete
pesos pesados de la industria, entre ellos: Ryoichi Ikegami (Crying Freeman),
Katsuhiro Otomo (Akira) o el tándem Riku Sanjo y Koji Inada (responsables de la
añorada Dragon Quest: Las Aventuras de Fly). Por aquel entonces, eran
auténticos desconocidos por la mayoría de mortales ibéricos, y sin embargo
consiguieron fascinar a todos los allí presentes.
El alud de entrevistas y
reportajes especiales que coparon las páginas de cultura de los principales
periódicos españoles (desde El País a La Vanguardia, pasando por el ABC o El
Periódico, e incluso el Nou Diari de les Balears) propició que los
organizadores del Saló se plantearan la posibilidad real de dedicar un evento
aparte para el manga y el anime. Aún con todo, en el año 1994, considerado como
el “año cero” mediático a nivel español en cuanto a boom del fenómeno, no tanto
por el creciente volumen editorial de publicación, sino porque la violencia de
según qué tebeos fue vilipendiada por cierta prensa sensacionalista y psicólogos
(sin titulación en algunos casos), el cómic japonés pasaba a convertirse en un
fenómeno inaudito que alimentaba la rebeldía de esa una nueva generación de
lectores que se inmiscuya en el noveno arte precisamente a través del manga.
Después de ese
año de impase y esa publicidad gratis (aunque en el algunos casos pudo ser peyorativa),
el primer intento real de montar un salón de manga se produjo un 22 de Abril de
1995: en el Teatro de Sant Andreu se celebraron una jornadas de manganime
reivindicativas, con stands y un espíritu festivo y de camaradería que, tal
vez, nunca más se haya repetido, al menos no con la ingenuidad y el entusiasmo
con las que se encararon por parte de los asistentes y organizadores (o esa era
la impresión que, en mi caso, y desde la visión de un chaval de doce años,
tuve).
Más allá de la pura nostalgia, la realidad es que fue un éxito de
convocatoria y automáticamente se emplazo a una primera edición oficial del
Saló del Manga: ésta tuvo lugar los días 27, 28 y 29 de Octubre de ese mismo
año en l’Estació de França (que por otro lado, era la nueva sede del Saló del
Còmic) y se bautizó como I Saló del Manga i el Videojoc, de cara a dar cabida a
otra industria vinculada estrechamente con el del manga y el anime. En total:
1000 entradas compradas, un libro catálogo lo suficientemente didáctico para
todos aquellos neófitos en la materia, ningún invitado remarcable, un concurso
para aquellos dibujantes españoles y estudiantes de bellas artes que sintieran
predilección por el cómic nipón, demasiado merchandising de Bola de Drac,
librerías japonesas de segunda mano que ofrecían lotes enteros de mangas en
japonés a precio risible y el éxito del salón… ¡El stand de Manga Video! Ah, y
se me olvidaba: una mascota apodada Makako (mezcla de Getter Robot con el
primer Bruto Mecánico de Mazinger Z, la Garada K7).
Primeros
años: ilusión y recesión
Para la
segunda edición se triplicaron las entradas vendidas, mayoritariamente por el
entusiasmo del otaku que venía reclamando su sitio en el mundillo de la
subcultura (término muy en boca de todos en esa época y que personalmente siempre
me ha parecido prejuicioso). Estos empezaron a imitar los comportamientos de
otros aficionados al manganime a nivel mundial (en especial, de sus vecinos
franceses e italianos, y los más afortunados que podían viajar al País de los
Kami, importando la tradición del cosplay en macro eventos de la altura del
Comiket tokiota). Esto provocó que el aforamiento de l’Estació de França se
quedara pequeño para acoger a un volumen tan grande de aficionados que venían
de todas partes de España. Para la siguiente edición se tomó la sabia decisión
de trasladarlo a La Farga de l’Hospitalet, no con recelo y ante la cautela de
saber si este nuevo cambio de ubicación favorecería el espacio comercial (base
principal del salón hasta hace 4 ediciones) o si por el contrario sería
contraproducente, teniendo en cuenta que la última palabra la tendría el otaku
asistente. Los resultados no pudieron ser más alentadores: 7000 personas
transitaban por los pasillos de La Farga durante los tres días del Saló,
consolidándose la última semana de Octubre como fecha definitiva y a reservar
en el calendario anual de los otaku. Además, se pudo traer al primer
profesional de la historia del Saló: la mangaka Masami Tsuda (Kare Kano).
Aunque en los
dos siguientes años creció en número de asistentes, habían muchos aspectos que
no terminaban de funcionar y debían de mejorarse: contradictoriamente, los
stands, en general, se quejaban de las ventas; el otaku venía para divertirse,
disfrazarse, quedar con gente que solo podía ver una vez al año y comprar
alguna bobada para no regresar a su hogar con las manos vacías. Este extremo se
agravó hasta la edición del 2000, siendo en comparación el Saló con menos
número de stands (que no de visitantes, unos 30 mil según organización) y
ningún invitado. Además, esta edición vino condicionada por un falso rumor,
infundado con cierta malicia por cierto sector crítico del mundillo durante las
tres jornadas de convención, que apuntaba el cierre del Saló del Manga.
La
incertidumbre planeó durante varios meses, y aunque la siguiente edición fue
anunciada con suficiente antelación, con el ánimo de evitar precisamente que
esos buitres que se regodeaban de ser los verdaderos expertos en manga (la
mayoría terminaron siendo engullidos por su propia soledad) siguieran
especulando y destrozando el trabajo de un equipo profesional que luchaba por
tirar adelante, las cifras mandaban: solo 5000 asistentes más con respecto a la
anterior edición y cierta apatía incluso por los otaku más convencidos. La masa
crítica era demasiado aplastante en esos momentos, y aún promoviendo la entrada
gratis a los asistentes disfrazados y la presencia de Akemi Takada, el Saló
necesitaba algún estímulo externo para que pudiera seguir con vida en los
siguientes años.
Segundo boom
Et trobarem a faltar sempre |
Necesitaba
activarse algún mecanismo que reactivara el Saló y lo fortaleciese, y podemos
decir que, visto en perspectiva, ese dispositivo no se hubiera activado sin la
ayuda externa y casual del canal autonómico catalán. Ese conector que agitó, no
solo el Saló del Manga, sino la propia industria editorial del manga en España,
tenía un nombre: 3xl. Aunque empezó siendo un espacio contenedor para
adolescentes en el Canal 33, allí por el año 2000, poco a poco se convirtió en
el pilar central del K3 (subdivisión horaria de la misma frecuencia del Canal
33, destinada mayoritariamente al público juvenil). Si el canal autonómico
catalán había realizado una labor de difusión de forma inconsciente en el
primer boom del manga, ahora hacía lo mismo impulsando una cadena que mimaba el
anime, esforzándose en ofrecer actividades paralelas vinculadas con la serie en
cuestión, beneficiándose de los valores culturales del país que representaban,
concursos de toda índole y lo más importante: la interactividad y participación
del espectador, convirtiéndose en el eje principal de la cadena.
Una nueva
generación se enganchaba a sus emisiones (especialmente a Inu Yasha y Shin
Chan); una generación auspiciada, además, por un nuevo hit en forma de cómic
que estaba arrasando en Japón: Naruto. Todo ello provoca el segundo impacto del
manganime en Catalunya, comunidad donde ya de por sí, e históricamente, las
cifras de venta de cómic japonés son más cuantiosas con respecto a otras
comunidades, sea por la cantidad de pequeños eventos relacionados con la
cultura nipona, sea porqué Barcelona cuenta con el mayor número de librerías
especializadas, sea por el propio Saló del Manga. Y así, sin que sus
responsables dieran crédito a ello, el Saló revive de sus cenizas
milagrosamente (especialmente en 2005 cuando alcanza los 63 mil asistentes y se
consolida con los cuatro días de feria planteados ya en la edición anterior). Por
si fuera poco, en el siguiente año hace un paso evolutivo al volcarse con los
invitados, aumentándose el número considerablemente, entre ellos: Monkey Punch
(Lupin III), Masakazu Katsura (I’s) y cantantes de la talla de Hironobu
Kageyama (Dragon Ball) o la banda de visual-kei BLOOD (ofreciendo dos
“showcase” especiales fuera del tour en el que se encontraban inmersos: uno
exclusivo para el Saló, y el otro en la Sala Mephisto de Poble Nou).
La Farga
está a punto de explotar
FICOMIC
intentaba darle un valor superlativo más allá de la simple convención para
aficionados; un empaque pedagógico y didáctico que abrazase otros aspectos de la
cultura japonesa y que pudieran interesar, tanto a los otakus de nueva cuña,
como a familias enteras. Efectivamente, el Saló (como en otras convenciones de
la misma temática que se celebran alrededor del globo terráqueo) se volvería
más familiar en los próximos años. Para ello se potenció talleres para niños,
exposiciones sobre arte y aspectos del folklore y las dos religiones autóctonas
de Japón (como la Expo Terror del año 2010, con la recreación de un bosque
repleto de yôkai), una mayor potenciación del espacio culinario y una mayor
implicación institucional, tanto a nivel del Consulado, como del propio ayuntamiento
de l’Hospitalet e incluso de políticos en activo en el Parlament y la Diputació
de Barcelona, sin saber exactamente en según qué casos si su presencia era
meramente lúdica (al venir acompañados con sus familias) o de cara a conseguir
un puñado de votos para las siguientes elecciones.
Sea como fuere, el manga era
un valor cultural en alza que había conseguido eludir la tremenda crisis
económica que asolaba el país. Con todo, y a pesar de haber ampliado de
superficie hasta ocupar todo el recinto, La Farga, como sede de un salón de
prestigio internacional, se quedaba obsoleto ante la avalancha de asistentes,
poniendo en algunos casos en riesgo la propia seguridad del público. Y aunque
se optó por trasladar todas esas actividades que requerían de escenario, es
decir, el cosplay (cuya globalización permitió que los ganadores entraran en
competición directa con otros concursos internacionales), el karaoke y
demostraciones de artes marciales, a un pabellón municipal de L’Hospitalet, muy
cerca La Farga, no había cabida para todo el mundo y nuevamente los
organizadores tuvieron que buscar una nueva ubicación con la que poder acoger a
las más de 65 mil personas que de promedio habían pasado por el Saló en las
ediciones comprendidas entre los años 2009 a 2011.
Neon Genesis
Montjuic
El sitio
elegido fue La Fira de Barcelona, en Montjuic, aprovechando el contrato que FICOMIC
ya tenía contrato para celebrar el Saló del Còmic en éste emplazamiento. Protección
Civil lo agradeció. Y así, creció nuevamente de superficie, mejorándose muchos
aspectos de logística y ampliando áreas específicas que, por motivos de
espacio, eran inviables en La Farga, entre ellas: se instaló definitivamente
una zona que pudiera acoger pequeños puestos en los que reconocidos restaurantes
japoneses de Barcelona ofrecían especialidades niponas a precios razonables.
Esto provocó que se incentivara el apartado gastronómico como uno de los
pilares de la nueva era del Saló, con el inolvidable encuentro, en la edición
del 2012, entre Hiroshi Ishida (chef del restaurante Mibu de Ginza) y Ferran
Adrià; un choque de titanes que se saldó con un éxito de público no aficionado
al manga y sí de auténticos gourmets de la cocina nipona. Este año, será el
turno de Jordi Roca, considerado uno de los mejores reposteros del mundo que,
juntamente con otros chefs nipones, ofrecerá una “master class” de pastelería.
El Saló del
Manga llega este año en su etapa de madurez y con una novedad relevante: el
nuevo espacio dedicado a la espiritualidad, potenciándose un espacio de
meditación y la voluntad por dar a conocer esas terapias y tratamientos
medicinales reconocidos por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social
Japonés (como el Shiatsu). Atrás quedan los años de lucha para salir adelante y
de consolidación. El Saló llega a un eslabón que muchos queríamos y
reclamábamos desde hace años, alejándose del simple mercado de expositores.
Serán 50 mil metros cuadrados (15 mil más que la pasada edición), confirmando
que no tiene nada que envidiar a convenciones que se hacen a nivel europeo
(como la mencionada Japan Expo de Paris). Es evidente que todo ello se debe al
relevo generacional que de forma obligada y lógica hay entre aficionados al
manga y anime. Ahora, esa primera generación otaku, que a medida que iba
creciendo se iba interesando por otros aspectos culturales de Japón, asiste con
otro espíritu y como algunos ya son padres acompañan a sus propios hijos disfrazados,
siendo estos últimos, en realidad, la nueva savia que indudablemente alimentará
el Saló durante la próxima década.
Us hi eseperem! i ja que esteu per aquí, pq no veniu al bar? |
Eduard Terrades
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